Yo y el mundo

Es de noche (o eso parece, porque mis vecinos han apagado el sol para ponerse a hacer gasto de luz artificial). Es de noche... creo... bueno, aquí fijo en el resto del mundo ni idea. Es de noche. Hace una temperatura más o menos normal (ya sabeis, la típica de una casa con calor artificial, como buena ciudadana mundial que se precie). Hace un par de horas escribí un texto muy caótico que me gustaría compartir. Esta sacadito directamente de mis apuntes de la novela: como no morir en el intento de vivir. Dice así:
Vaya con el mundo... Que pequeño y que grande es. Tan dulce y amargo, frágil y fuerte, tan... todo y nada. Sí, este mundo lo es todo y no es nada, lo tiene todo y nada es suyo. Así que... ¿qué somos? Para mí, hoy, brillantes estrellas. Sí, este universo es magnifico con todos sus contrapuntos. Demasiado especial, demasiado brillante. Es magia, es vida. Es lo que quieres que sea, porque este mundo es tuyo, tu mundo.
Aún recuerdo un día que alguien me dijo que una persona no puede hacer nada en un mundo tan grande. ¡Qué equivocado estaba! Espero que en su camino se haya dado cuenta de que ni por asomo es así. Párate sólo un segundo a reflexionar. ¿Todavia no te ves grande? Dejame que te explique algo rey de tu mundo: eres grande. Sí, lo eres. Grande y especial. Tienes en tus manos el destino del mundo y casi lo has olvidado.
Ya... ya lo sé. Te has olvidado de que tú lo cambias todo. Pues bien, es así. Imagina que un día hablas con un nene, uno de esos que parecen no saber nada. Y le inculcas tu pasión por la ciencia. Un día te olvidas de ese pequeño, pero ese pequeño no se olvida de tu y crea algo maravilloso gracias a tus palabras. Algo como una vacuna muy importante. Quizá mi ejemplo sea un tanto exagerado, pero no por ello menos cierto. Cada palabra, cada uno de nuestros gestos cambia el mundo. Nos cambia y cambiamos, y eso nos hace dueños y señores de una historia no escrita: la historia de la humanidad.
Así pues, mírate al espejo y admira la gran persona que eres. La llave del engranaje del mundo... ¿y tú sin saberlo?