SINOPSIS
Hace años, el gobierno se dio cuenta de que no tenía dinero para pagar la educación. Las empresas reaccionaron y crearon el Juego, un entorno ideado para los chicos en el que podemos aprender mediante actividades entretenidas, a nuestro ritmo y según nuestros intereses. El Juego nos da la libertad que no tenemos en la calle. Si a cambio las empresas nos observan para hacer estudios de mercado, ¿a quién le importa? El sistema nos beneficia a todos: al gobierno, a la economía y a los estudiantes.
Entonces, ¿por qué ha aparecido en mi instituto un grupo que se opone al Juego haciendo gamberradas siniestras? ¿Quiénes son? ¿Qué quieren conseguir? Lo único que sé de ellos es su nombre: los Sin Identidad.
Promesas distópicas...
Sin identidad nos presenta un futuro (por desgracia no parece muy lejano) en el que el gobierno deja de poder costear la educación pública y las empresas asumen el control de este área, con todo lo que conlleva (los institutos pasan a "instalarse" en antiguos centros comerciales y los estudiantes se convierten en estudios de mercado permanente). En definitiva, la educación pasa a basar su existencia por y para la creación de consumidores. Pero, como todo en esta vida, tiene su grupo de detractores (los Sin identidad - que recuerdan en cierta forma a Anonymous-).
Hasta aquí la novela es apetecible, sugerente (tanto como la mejor de las campañas de marketing).
...ante un futuro borroso.
El (desesperanzador) futuro creado por Rae Mariz tiene un inmenso potencial para ser una gran novela, pero se queda en el intento.
Faltan explicaciones. Muchas. El Juego (nombre que recibe este sistema educativo) consta de reglas y no todas aparecen explicadas en la novela (por ejemplo, no se sabe el motivo por el que el juego es un privilegio, las razones de que estén determinados jugadores y no otros, para qué son las producciones de los jugadores, los beneficios que sacan del mismo o qué hay después del mismo). Pero no sólo el Juego está falto de explicaciones, también lo están sus personajes (Kid, protagonista pasiva de la historia. Recalco el pasiva, ya que poco hace mientras la historia la aplasta) o la propia historia (en la que hay piezas que no encajan, como los patrocinios no explicados).
Un espejo que podría brillar más.
La intención de Sin identidad es buena: se plantea nuestra identidad y libertad (¿quienes somos? ¿nuestra huella en internet define nuestra identidad? ¿hasta qué punto estamos vigilados? ¿queda algún resquicio de libertad? ¿podemos cambiar las cosas?). He de confesar que más de una vez leyendo la novela usé mi teléfono para compartir lo que leía, y más inmersa me hacía sentir en la esclavitud tecnológica de la que formamos parte.
Pero esta maravillosa intención de tinte social y crítico se queda en eso, ya que la historia pierde foco en cuanto a los elementos que realmente podrían hacerla interesante (la reivindicación social pasa a un segundo plano, y la historia se queda en un quiero y no puedo con pasajes que sobran y creación de interés e intriga que faltan).
Una lástima.
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